domingo, 9 de diciembre de 2012

Confesión
.
He nacido ciega.
Una mujer de desorden
entregada a un Dios,
que renueva el hambre
al borde de mi mesa.
Me rindo a las páginas
y a un retrato en el herbário,
como la fe de un misterio.
Agendo en un cuaderno
abierta y borracha,
un juego de blasfemia,
donde el amor
es un acto de lectura.
.
Apenas soy un hombre,
que imagina el recorrido
de la sangre por tu reino.
El milagro
es el placer de la mentira.
Mi infamia y mi equívoco
se ocultan en la quietud del verbo.
Renúncio, dolorosa
y me confieso
al mejor postor
del desorden.
.
María T.